jueves, 31 de diciembre de 2015

Estrategia y táctica de la conquista del Estado en "Podemos"

Pablo Iglesias, líder de "Podemos"
La izquierda más senil lleva en su zurrón décadas de resentimiento. No hay nada nuevo. Lo nuevo es la auténtica visión marxista de Pablo Iglesias, marxismo genuíno, disfrazado en el proceso electoral de socialdemocracia para torpedear la masa votante de un PSOE abotargado y confuso por falta de liderazgo político y décadas de socialdemocracia fáctica, tan alejada de "Obrero" como un bastardo de la herencia familiar. Como decía Lenin, "el oportunista se ha desacostumbrado hasta tal punto de pensar en revolucionario y de reflexionar acerca de la revolución...", que ha descafeinado el marxismo cuando no, renegado de él. Y es que tuvo que ser en Suresnes cuando los socialistas españoles tuvieron que haber decidido eliminar la "O" de obrero de sus siglas. 

Tras travestirse de socialdemócrata el líder absoluto de Podemos sabe que ayudando a la fragmentación de España se acerca a la destrucción del Estado español, paso previo a una verdadera revolución. Él es un revolucionario, lo ha dicho él, "Y la obligación de un revolucionario es vencer", dijo Pablo. Por las buenas o por las malas. Violar la soberanía popular con el pretexto de defender una identidad es la excusa hacia el objetivo final de vencer al Estado. Que Podemos anteponga ahora el referendum catalán como línea roja antes que las medidas sociales es un hecho táctico hacia su meta de ruptura. Es una prueba evidente de su esencia revolucionaria. El apoyo al nacionalismo catalán es sólo instrumental.

Podemos utiliza el referendum catalán y el supuesto derecho a decidir como táctica política para conseguir su objetivo estratégico: la ruptura del Estado español y, con ello, la fragmentación de la unidad de España. Divide y vencerás. Como dijo Zapatero, verdadero hacedor de la situación política de nuestro país hoy, "España es un concepto discutido y discutible", y describió bien el propio concepto que de España posee esta extrema izquierda quejosa y revanchista, que décadas después defeca sobre la conciliación nacional de la transición con la Ley de Memoria Histérica. 

En mi primera parte hablaba de nación, en la segunda de Estado, que es el poder, que es lo necesario conquistar, para destruir lo primero, o, al menos, intentarlo. Como me explicaba un buen amigo, instruído y militante de Podemos, "este discurso (el de Podemos) viene precedido de un acuerdo para un nuevo modelo de convivencia y seguido de una serie de cambios sociales y culturales paradigmáticos"

"Nuevo modelo de convicencia" es un término amable, un eufemismo de la quiebra que persigue Pablo Iglesias. Protagonizando un proceso de ruptura, como su propio vocabulario propagandístico e ideológico, "amable", tanto como eficaz. El revolucionario debe vencer, es su obligación y se ha dado cuenta que la estrategia más plausible para conseguir su fín último es el apoyo al "derecho a decidir" de una parte de la sociedad catalana. Ninguneando la Soberanía Popular que reside en toda la Nación española y no en una parte de ella.

La fragmentación de la unidad de España es la estrategia de Podemos para conseguir, en palabras de Marx, "la destrucción del poder estatal, su amputación, el aplastamiento de esa excrecencia parasitaria"

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